Tríptico de Trinidad
Ahí va la traducción de mi cosecha:
"
Tierra seca, aire polvoriento, piedras desmoronadas.
La tierra crujía bajo sus pies, el aire le quemaba los pulmones, las piedras le entorpecian la marcha. El mayoral Séptimo perseguía a los ejotes entre las ruinas de Pampa del Desamparo.
En el cielo encapotado, el Arco de Urania vibraba a la luz de los relámpagos. Las convulsiones del cielo se reflejaban en el camafeo profético que el mayoral llevaba colgado del cuello. Sin detenerse, Séptimo alzó el camafeo, miró los caracteres labrados. (p. 11)
Este comienzo de la novela más reciente del escritor argentino Carlos Gardini, Tríptico de Trinidad, es representativo de su técnica narrativa. Dividida en tres partes, Gardini usa series de tres en su construcción de las escenas, en su cosmología y en sus caracterizaciones para crear un efecto narrativo que resuena según avanza el relato. Desde el mismísimo comienzo de este libro hasta su conclusión 261 páginas después, me encontré cada vez más atraido por la prosa rítmica de Gardini.
A lo largo de su carrera, Gardini ha ganado varios premios en lengua castellana, incluyendo el UPC de novela corta dos veces, y en esta novela de 2010 demuestra un dominio de la prosa y el tema que muy pocos autores han logrado en cualquier idioma. El relato es, en la superficie, bastante sencillo: la líder de la ciudad de Trinidad, la Ducásima (una maga y visionaria que protege las leyes y el alma de la ciudad), ha sido envenenada. El Eje del Mundo está en peligro. Partiendo de la búsqueda del antídoto para este veneno, el relato se despliega en un reflejo de la naturaleza del universo y una exploración de los motivos internos.
Como decía más arriba, hay mucho simbolismo en torno al número tres. Gardini realiza un trabajo magnífico de exploración de la cosmología de su mundo de Trinidad, poniendo en solfa no sólo cómo y por qué existe una figura cuasidivina, sino también cómo se organizan las sociedades, cómo interactúan las personas, y cómo vemos el mundo que nos rodea. Los personajes que parten en busca del antídoto viven muchas aventuras excéntricas. Aunque alguien podría lamentar que estos personajes no están "bien desarrollados", me parece que Gardini los mantiene ex profeso cercanos a la tabula rasa para acentuar la disonancia que existe en varias de las escenas. En particular, disfruté las escenas relativas a los catecúmenos y los temas de la religión y la creencia que Gardini explora en ellas. No se trata de la típica búsqueda de fantasía en la que los héroes deben encontrar un objeto. En este caso, parece que la propia búsqueda sirve como metáfora de cómo los humanos pretendemos establecer un orden y crear sistemas para entender el mundo salvaje y caótico que nos rodea. Aunque en ocasiones estas exploraciones temáticas se vuelven un poco confusas, en conjunto me encontré atrapado por el relato.
Me gustaría citar más prosa de Gardini para mostrar cómo usa el simbolismo tripartito para propulsar su relato, pero por desgracia mucho se perdería en la traducción. Pero quizá esta pequeña entrada del capítulo 17 puede subrayar este argumento:
Basilisca habla, Séptimo escucha, Ostremón mira los frisos de la sala conciliar. (p. 117)
Los pasajes como éste poseen un ritmo como de salmodia, y Gardini lo emplea con gran eficacia más adelante en la novela. Esto crea una mayor percepción de las cuestiones filosóficas y cosmológicas que se plantean a lo largo de la novela. Esta mayor percepción, a su vez, hace que el lector se concentre no sólo en lo que se cuenta, sino también en los motivos subyacentes al relato. Las repeticiones poéticas de Gardini sirven por tanto para crear una suerte de efecto cascada a lo largo de la narración, pues las pequeñas escenas acaban magnificadas gracias a cómo se presentan, y esto a su vez añade una gravedad a la obra que no poseería si se contase de modo más convencional.
Es muy difícil hablar de esta novela sin desear dedicar miles de palabras a sus temas y a sus aplicaciones en el texto. Constreñido por las limitaciones de una reseña, por oposición a una crítica literaria, me encuentro en esta reseña trazando círculos en torno a los bordes de este libro. Como no deseo estropear la experiencia lectora para los lectores bilingües como yo que puedan sentir curiosidad por las obras de fantasía "profundas", sólo puedo decir que Gardini es un escritor extremadamente virtuoso que ha creado una de las novelas de fantasía más profundas y filosóficas que he leído en cualquier idioma. No existen comparaciones realmente útiles con lo que ha logrado aquí. Quizá podría citar algunas obras de Gene Wolfe, pero éstas son referencias indirectas a cosmologías humanas en mayor medida que lo que Gardini ha escrito. En menos de 300 páginas, construye un universo vívido, presenta varios conflictos intrigantes, y luego lo remata con una conclusión que deja al lector deseando releer el libro entero a la luz de lo que se revela. Si eso no es un potente testimonio del logro de Gardini, me resultaría difícil encontrar algo mejor para describir esta magnífica novela."