lunes, 5 de abril de 2010

The Dragons of Babel, de Michael Swanwick

fonz preguntó:

¿Has pensado en la posibilidad (aunque sea remota) de publicar The Dragons of Babel, ambientada en el mismo universo que La hija [del dragón de hierro]?

Si no lo hubiera pensado, no tendría sangre en las venas. Pero no me salen las cuentas.

Por cierto, Swanwick es un autor al que se puede achacar, dicho muy genéricamente, el mismo defecto que a Ian Watson: es una fuente de ideas sensacionales, pero la plasmación, especialmente en longitud de novela, puede dejar que desear. En este sentido, son autores casi caricaturizables como eminentemente intelectuales, pero tengo una anécdota al respecto que me parece muy reveladora.

En la WorldCon de 2005, que se celebró en Glasgow, procuré asistir a las lecturas que realizaban autores que iba a publicar, para conocerlos y apreciar cómo se desenvolvían en público, a fin de calibrar si resultaría interesante invitarles a España (algo que hacía entonces con más frecuencia que ahora). Así conocí a Justina Robson, Ellen Kushner y Delia Sherman, Martha Wells... y a Michael Swanwick. Un señor con pinta de hippy entrado en años que, para su lectura, anunció que iba a leer un relato de insectos gigantes que le habían pedido para una antología. Ya os imaginaréis lo que me pasó por la cabeza: seguro que la cosa iría de homenaje fandomero a la cf cinematográfica de los cincuenta (que no me interesa, salvo excepciones). Me armé, pues, de escepticismo y me preparé para soportar un texto carente de interés; las lecturas duraban poco, no sé si treinta minutos, y tampoco tenía un plan alternativo.

Y he aquí que Swanwick empezó a leer su cuento... y era maravilloso. Sólo recuerdo que trataba de unas personas que vivían en un saltamontes gigante del tamaño de un planeta, y que era absolutamente emocionante. Tanto, que cuando terminó la media hora asignada sin que Swanwick hubiera concluido la lectura, nos propuso continuar en el pasillo del centro de convenciones, y allá que nos fuimos la veintena de espectadores, nos sentamos sobre la moqueta del pasillo haciendo corrillo en torno al autor y éste siguió leyendo y nosotros escuchando a pesar del tráfico constante de asistentes que iban de acá para allá.

Cuando terminó, me di cuenta con un estremecimiento de que Swanwick tenía los ojos llenos de lágrimas... y el público también. Fue impresionante notar la capacidad de emocionar de ese relato, y de esa forma de leerlo, en condiciones tan adversas. Y como experiencia, fue de las más inolvidables de la WorldCon (y hubo unas pocas).

Así que... ¿intelectual? Pues no tanto. O no sólo.

1 comentario:

  1. Asombroso Luis la anécdota de swansick. ¿Y tiene colecciones de relatos o novelas cortas por publicar? (o quizá pases de editar antologías?.
    Un fuerte saludo
    Mazarbul

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