miércoles, 9 de junio de 2010

Criterios de moderación

Como ya es sabido, estoy respondiendo en este blog, en entradas dedicadas a ello un par de veces a la semana, a todas las preguntas que los lectores dejan en los comentarios y que está en mi mano responder. El tiempo que transcurre hasta la publicación de las respuestas es a veces considerable, porque procuro que vayan apareciendo en el orden aproximado en que se hicieron las preguntas, pero a un ritmo que no apelotone todas las respuestas una semana y deje la siguiente vacía. Por ello os ruego paciencia a los lectores que esperáis respuesta: sé que este sistema no casa bien con el uso cotidiano de internet, pero es el mejor que se me ha ocurrido para, por un lado, mantener el blog activo, y por otro, evitar que se convierta en un foro o un chat. Esto quiere decir que en ocasiones el plazo entre que redacto una respuesta y que se publica es de varias semanas (por ejemplo, estoy escribiendo estas líneas el 6 de mayo, y se publicarán en junio). También quiere decir que nunca respondo a los comentarios con otros comentarios, incluso si a veces sería más rápido y cómodo hacerlo así.

Uno de los problemas que plantea este formato es que parece que algunos lectores todavía no lo entienden, así que conviene aclararlo: las entradas que aparecen en la categoría "preguntas de los lectores" (en la barra de la derecha) y que vienen precedidas por una pregunta de un lector no son noticias, ni avisos, ni expresiones espontáneas de mi opinión, sino exactamente lo que parecen, respuestas a preguntas. Si tengo ocasión, procuro dar respuestas amplias, aunque a veces la pregunta es tan concreta que la respuesta sólo podría ser larga si abusase del excurso. Donde creo que dar más información puede ser interesante, la doy; pero procuro no aburrir al lector. Esto quiere decir que la elección de los temas de las preguntas no es cosa mía, aunque decidir la extensión de las respuestas sí lo es, en cierta medida.

Al iniciar la publicación de este blog, una de mis preocupaciones fue cómo evitar que fuese avasallado por los lectores francamente maleducados que han vuelto tan difícil el uso de otros foros (en el sentido amplio de la palabra). No puedo obligar a nadie a expresarse con corrección ni imponer la ecuanimidad como mejor modo de discurso, por supuesto, pero me parecía que los exaltados ya tenían sitios de sobra donde expresarse sin freno (no les hacía falta otro más), y el espectáculo de esos lectores tan poco comedidos me parecía decididamente deprimente y no deseaba fomentarlo (prefiero creer que es posible comunicarse con mejores formas y no quiero más pruebas de lo contrario, gracias). La solución, que ya conocéis aquéllos que habéis hecho comentarios a las entradas, fue que los comentarios estuvieron moderados desde el primer día. El efecto de esta precaución ha sido milagroso: en casi tres meses de funcionamiento del blog, sólo he tenido que rechazar unos pocos comentarios, y sólo uno, que yo recuerde, por ser manifiestamente maleducado. Mi impresión es que, ante la evidencia de que los comentarios están moderados, los lectores más irascibles, cuyos sentimientos requieren expresión rápida para no perder su intensidad, desisten de escribir. Si es así, como sistema de enfriamiento me parece óptimo, y casa muy bien con mi propósito de no acoger un discurso agresivo que encuentro tan antiestético como infundado.

No obstante, sí que he rechazado otros comentarios (muy pocos, afortunadamente) por razones menos palmarias que la mala educación, y sobre ese criterio quería hablaros. En ocasiones, algún lector me escribe mostrando su desacuerdo con una entrada en términos correctos pero inequívocos: según él o ella, estoy mintiendo, o algo más debe haber detrás de mis palabras, o en realidad todo es un plan para conseguir no sé qué objetivo ulterior. En estos casos he reflexionado un poco más sobre la oportunidad de rechazar los comentarios, y finalmente he llegado a este criterio: no puedo objetar nada a que un lector me achaque malas intenciones (en ocasiones insertas en teorías de diversos grados de paranoia, que es una forma de pereza mental), pero disponiendo de tantos y tantos lugares donde expresar esa opinión, me parece absurdo que busque manifestarla precisamente en un blog que es un medio de expresión de esas intenciones. En otras palabras, no puedo aceptar publicar comentarios que cuestionan precisamente el objetivo de este blog o mi idoneidad para llevarlo a cabo. ¿Qué comunicación puede haber si una de las partes empieza diciendo que la otra miente?

Hay que decir que procuro aplicar este criterio muy restrictivamente, y no rechazo los comentarios que simplemente muestran desacuerdo con mis elecciones o directamente expresan disgusto por ellas, como puede verse en diversas entradas. Desde luego, no mantengo un debate sobre ellos a continuación, lo que no debe tomarse por desprecio, sino que meramente me atengo a las normas que me he fijado de no responder a unos comentarios con otros. Pero si son suficientemente articulados, esos comentarios críticos pueden ser objeto de una respuesta en una entrada propia. Hasta ahora se han dado pocos casos, porque al no estar argumentados, la mayoría de esos comentarios desaprobatorios hacen imposible una respuesta que no consista en reiterar lo ya dicho en mi entrada original (y una de las cosas que intento evitar en el blog es tener que repetirme). En general, cuanto mejor expresados y más calmados son los comentarios críticos, más fácil es decidir publicarlos; y cuanto más secos e impacientes, más se me hace necesario meditar sobre si traspasan la línea de lo que no deseo acoger en este blog.

En resumen (y como concesión a la lectura en diagonal que favorece la pantalla), mi política respecto a los comentarios en este blog es:

-Nunca respondo a los comentarios con otros comentarios. (También conocida como la regla de "esto no es un foro".)

-Las preguntas que se hacen en los comentarios se responden, si es posible responderlas, en entradas ad hoc. (Ruego paciencia mientras llega el turno de respuesta.)

-Los comentarios están moderados y se rechazan sin mayores dudas en caso de que sean de mala educación o imputen conductas inmorales a este editor. (O sea, si no confías en que vaya a decir la verdad, ¿por qué te molestas en escribir aquí?)

-Los comentarios críticos y que expresen desaprobación son, desde luego, publicados, pero facilita mucho la labor de moderación que estén bien escritos y no suenen irascibles. Si además estuvieran argumentados, sería maravilloso (y podrían responderse en entradas propias, como se hace con las preguntas).

Todo lo anterior puede dar la impresión de que este blog está asediado por comentarios hirientes, pero nada más lejos de la realidad: como he dicho, he tenido que rechazar poquísimos comentarios, y estoy muy agradablemente sorprendido por el grado general de civismo que demuestra la gran mayoría de los que recibo. Simplemente, me he dado cuenta de que no había manifestado explícitamente mis criterios, y creo que era imprescindible hacerlo para conseguir una comunicación auténticamente fructífera con los lectores.

2 comentarios:

  1. Hola, Luis, me llamo Carlos y soy uno de los chavales que persiguieron a Sapkowski hoy, 12 de junio, después de que se negara a la firma de libros. El hecho en sí no me molesta demasiado, cualquiera puede tener un mal día, y sólo quería decir lo bien que fuimos tratados en todo momento tanto por los dependientes del stand (que ya me han convencido con sus buenas maneras para que me compre dos libros), como por ti mismo. Considero que la opción que nos diste fue muestra de amabilidad y preocupación por el cliente y fan, y que hoy día eso no se ve mucho. Una ve más, gracias por las molestias, y espero impaciente el libro para poder leerlo cuanto antes. Y, si puedes y lo ves pertinente, dile a Sapkowski que no se enfade, que no queríamos parecer pesados (yo era el que llegó corriendo y lo abordó).
    Un saludo.

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