jueves, 7 de octubre de 2010

Sobre La edad de oro de John C. Wright

Víctor Derqui dijo:

Aprovecho para agradecerte la publicación de la trilogía La edad de oro, de la que ahora mismo estoy disfrutando: bien escrita, con un personaje protagonista digno de tragedia griega en un entorno de una imaginación deslumbrante... Con frecuencia alcanza la obra la intensidad de un poema gracias a la extrema energía y verosimilitud y sentido de grandeza del entorno que describe dentro de un sistema solar convertido en patio de juegos de una civilización inigualable: ese segundo sol conseguido al convertir a Júpiter en una bola de fuego ardiente; esos duquefríos que se alimentan de sí mismos en los satelites-iceberg de la frontera del sistema solar...

Tenía ya ganas de que surgiera la oportunidad de hablar en este blog de La edad de oro de John C. Wright (formada por La edad de oro, Fénix exultante y La trascendencia dorada), que fue al mismo tiempo una trilogía que edité con muchísima ilusión y que todavía recuerdo con cariño (y ganas de releerla), y un choque durísimo con la realidad del mercado.

Empecemos por la parte bonita. ¿Cómo describir el impacto de La edad de oro en el lector y ya editor que yo era hace casi una década? El debut de Wright me pareció la mejor primera novela de ciencia-ficción que leía desde Neverness, de David Zindell; es más, me pareció la mejor recapitulación del género, ofreciendo al tiempo la emoción de lo nuevo y la nostalgia de lo familiar, desde Hiperión de Dan Simmons. Pero La edad de oro es más, mucho más.

Su protagonista es un trasunto del hombre competente heinleniano, ingeniero para más señas, que hunde sus raíces en el objetivismo de Ayn Rand: si queréis tener una imagen de Faetón, nuestro héroe, la encontraréis en el plano final de Gary Cooper en El manantial. Su función en la trama es tener razón, contra todo y contra todos; y su discurso interno es de un megalómano más propio del villano de la función que del supuesto héroe. No es de extrañar: para su sociedad, la Ecumene Dorada, Faetón es un sociópata merecedor del ostracismo.

Y qué sociedad es ésta, sino una tan vasta y rica que puede albergar cómodamente a un fenómeno de la naturaleza como Faetón y tantos otros personajes principales sin venirse abajo (al menos, por un tiempo): una civilización de un abigarramiento tal que su propia forma de existencia se encuentra a varias revoluciones filosóficas de la nuestra, tanto en el plano mental como en el material o el puramente económico.

La diversidad de formas de ser de la Ecumene (con personas de diversas neuroformas, varios planos de realidad consensuada y múltiples facetas de manipulación mental) avasalla al principio, pero lo extraordinario de la inventiva de Wright es que la tormenta de sensaciones que supone el inicio de la primera novela acaba amainando: todos los detalles cobran sentido, todas las dudas se explican, y al final de la trilogía el lector conoce tan bien la Ecumene Dorada como uno de sus ciudadanos, y ya no es una sociedad extraña, sino que se siente tan familiar y cálida como el propio hogar. ¿Quiere esto decir que la trilogía va de mayor a menor complejidad? ¡Nada de eso! El tercer volumen se extiende en la descripción de un proceso de fusión mental masiva (no hay sorpresas, es algo anunciado desde las primeras páginas de la trilogía) que constituye un clímax increíblemente sostenido a lo largo de un centenar de páginas, un tour de force del que cualquier escritor con menos soberbia (o menos justificada) que Wright saldría malparado.

Estoy evitando deliberadamente dar detalles de la trama, porque desearía que los lectores que aún no conozcan esta maravilla se internen en ella sin demasiada información previa. Pero diré unas palabras en abstracto: de entrada, frente a la imaginería desbordante del escenario, me parece que Wright mantiene el argumento deliberadamente sencillo. Es, ni más ni menos, que la historia folletinesca del heredero injustamente privado de sus derechos que busca recuperar lo que es suyo, pero que antes de alcanzar su objetivo tendrá que conocer la necesidad y pasar penalidades; cualquiera puede seguir esta trama a lo largo de las escenas fantásticamente dialogadas de Wright, toda una lección en la aportación de muchísima información sin saturar la lector, sin que suene forzada y además sostenidamente fascinante. Ahora bien, ¡qué maestría la del autor a la hora de anudar cabos, y de arrojar nueva e inesperada luz sobre hechos que el lector ya creía conocer, dejándole helado! Por sencilla que sea la trama en su núcleo más simple, Wright realiza una auténtica filigrana de recovecos y meandros para hacer avanzar los temas de su obra.

Tampoco tocaré en profundidad los temas filosóficos y políticos que se enhebran en La edad de oro; baste decir que harían las delicias de los críticos que desguazan las obras punteando listas según van apareciendo temas de su interés. La cuestión de fondo, como no podía ser de otra forma en una obra de vastísimas perspectivas temporales, es cosmológica: cuál será la influencia de la humanidad en la evolución del universo. La otra cuestión inmediatamente perceptible es política: la Ecumene Dorada es una utopía liberal, y aunque sus planteamientos sean atacables sin demasiado esfuerzo, hay que decir que Wright realiza una defensa tan elocuente de su sistema inventado (al tiempo que adelanta sus defectos) que el lector se ve atrapado en sus redes ideológicas. O, como lo expresé en aquel momento: "No se me derretía el cerebro con tanto gusto desde que leía a Heinlein". Pero tan importante como éstas es la función de la cuestión clásica de la filosofía: cómo vivir la vida buena. Desde el egocentrismo razonado de Faetón a la independencia impulsiva de Dafne, pasando por la honorable sensatez de Atkins, los personajes de La edad de oro dan mucha importancia a fijar sus principios, y a decidir si entran en conflicto con los de su sociedad, y qué hacer al respecto. Toda una lección de éticas posibles.

Con todo lo dicho no he hecho sino arañar la superficie de la fascinante complejidad de La edad de oro. Que mantenga intacta su capacidad de fascinación para mí, y que yo recuerde tan bien tantos de sus detalles (y aun frases memorables), después de tantos años de haberla publicado, es testimonio del impacto que me produjo, y que algunos de quienes me lean comprenderán bien. ¿Cómo no entender entonces el chasco que me supuso que los lectores no entrasen en mayor número en el juego?

A parecer, el choque inicial de la llegada a la Ecumene Dorada disgustó a muchos; tanto, que no se dieron la oportunidad de descubrir la sencilla y adictiva trama que estaba sólo unas páginas de distancia. Entendí así, con no poco dolor, que una cosa es lo que los lectores de ciencia-ficción dicen querer leer, y otra lo que leen de verdad. Si fueran sinceros todos los argumentos sobre cuán grande y hermosa es la ciencia-ficción porque ha inventado tantos constructos ingeniosos para referirse a cuestiones tan profundas, La edad de oro sería el libro arquetípico del género, el no va más, el epítome. Pero no; los argumentos sobre la belleza y la importancia de la ciencia-ficción se dejan para las discusiones circulares sobre qué es el género; en la práctica, una parte (¿una mayoría, quizá?) de los lectores de ciencia-ficción desean obras que desafíen menos su entendimiento y que, a ser posible, cumplan el mismo papel que una buena consola portátil: entretenernos media hora por la mañana camino del trabajo. Para mi gran pesar como editor, la mayoría de las obras que valoro del género tal como se escribe hoy en día no pueden asimilarse con esos protocolos erróneos de lectura; por tanto, no encuentran suficientes lectores.

Quizá extraer una lección tan tajante del relativo fracaso comercial de La edad de oro sea excesivo. Podría pensarse que las razones bien pudieron ser más sencillas: por ejemplo, no tardé mucho en darme cuenta de que las cubiertas que elegí eran bastante feas (cualquiera puede tomar una mala decisión estética, pero es un error típicamente mío preferir la consistencia en el diseño de una serie a corregir el rumbo a mitad de su publicación), y no debe minusvalorarse la influencia de la cubierta en la compra de impulso (que es la mayoritaria); tampoco se pueden despreciar las consecuencias de la mala distribución que tuvo el primer volumen (al poco cambié de distribuidora, pero el daño ya estaba hecho). Quizá haya más lectores de ciencia-ficción de lo que parece que están abiertos a obras que les despierten el sentido de la maravilla de forma adulta (por oposición a las que buscan hacerlo con los mismos mecanismos que las que leímos a los doce años: para mi desgracia, a mí éstas ya no me sirven), y sólo hay que dar con ellos. No pierdo la esperanza, y entre tanto la satisfacción de haber editado una trilogía tan magnífica mantiene vivo mi entusiasmo y la ilusión por mostrar a los lectores las mejores formas de disfrutar ahora de esta vieja afición.

9 comentarios:

  1. Maravillosa reseña a una maravillosa trilogía. La tengo en la estantería también esperando una segunda lectura. Son unos de los pocos libros que al dejarlos no podía parar de imaginar lo que me estaban describiendo. Tan extraño al principio y tan familiar al final.

    Pues aprovecho para felicitarte por traernos esta trilogía.
    Gracias. ;-)

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  2. Sólo decir:

    ¡Muerte al maléfico sentido de la maravilla!

    Y preguntar:

    ¿Quién tradujo este picatoste de trilogía?

    Y pedir:

    ¡Reedición en un solo tomo ya!

    -Slimp

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  3. Hola.
    ¿Tenéis pensado publicar la trilogía "The Chronicles of Chaos" del mismo autor?
    Como es fantasía lo mismo vende mejor, ¿no?

    Un saludo

    Mauri

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  4. Ya comenté alguna vz lo mucho qu eme gustó esta trilogia (que tengo ganas de releer), pero debo ser un bicho raro, porque es que a mi hasta me gustaron las cubiertas, suelo leer de camino al trabajo (y a veces me dan ganas de coger el metro los fines de semana para leer un rato, porque es donde me concentro mejor). Pero estoy comprobando con mis hermanos, que tambien eran aficionados a la ciencia ficcion, que no les intresan las nuevas creaciones, efectivamente, quieren el mismo tipo de argumento y situaciones de las novelas que leian cuando tenian doce años. En fin muchas gracias, una vez mas, por la publicación de esta trilogía.

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  5. Unos aportes: La trilogía si que despertó espectativas en muchos lectores, entre los que me incluyo. Ahora, vivo en Perú, y eso significó que no llegara por estas costas, y si lo hubiera hecho, seguamente sería a un costo astronómico.
    Lo bueno es que, en grupo, adquirimos una serie de libros de España,entre ellos, esta trilogía, que leí recién el año pasado, Y ME ENCANTÓ. Como para reseñarla, recomendarla, incluirla en planes de lectura universitarios o escolares (aunque creo que sería demasiado para el pobre nivel intelectual del estudiante promedio peruano). Eso si, es bastante densa y no creo que una sola lectura baste para disfrutarla. Tal vez esa densidad, que va en sentido contrario a la simplonería argumental a que nos está acostumbrando cierto cine, haya jugado en contra de esta estupenda trilogía.

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  6. Pues ya has dado con uno. No sé cómo diablos es que no me había enterado de esta novela, y de apenas leídas un par de referencias mi interés se ha disparado. Gracias por no morir en el intento de publicar la trilogía completa, aunque, tal como quien comentó antes, el costo de importar los 3 libros conllevará dejarme un riñón en el proceso. Confiaré en que para entonces aún encontraré stock de los 3.

    De paso, no encuentro mal las ilustraciones :P Un factor que en general destaco de Bibliopolis. Igual, ese color dorado para los títulos no ayuda en nada.

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  7. Un nueve para la trilogía, un tres ramplón para las portadas. Son feas de co*ones y de acuerdo contigo que a más de uno le habrán espantado de comprarla.

    La leí en las vacaciones de verano, sobre todo por aquello de poder leerla de golpe, todos los libros seguidos, sin interrupciones entre ellos, y creo que hice bien ya que me pareció que más que tres libros, es uno solo en tres partes.

    Yo la compré de una, los tres a la vez en cyberdark, aprovechando el mayor descuento que tiene el día del libro. Lo que me extrañó es que sólo había un ejemplar de cada disponible, por lo que si alguien más hubiese querido aprovechar el día del libro para comprarla, se habría quedado con un palmo de narices.

    Antonio

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  8. Un poco tarde la he descubierto yo, que me compré el primer libro de segunda mano en la Cuesta Moyano. Pero en cuanto he ido por la mitad he comprobado que hay stock de los otros dos, y ya están encargados en mi tienda habitual.

    Sospecho que no debieron vender mucho, porque yo no habia oído hablar de ellos, y de hecho dudé de si llevarme el primero porque me sonó a trilogía incompleta en español. Por suerte piqué. Sí es verdad que no es un libro para todos los públicos, pero vamos, con un poco de esfuerzo uno se mete en la trama sin dificultad. Que tampoco es la primera vez que leemos sobre realidades que no son lo que parecen.

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  9. La Edad Dorada es una trilogía que debe ser recomendada a ojos cerrados, como dicen por allá en España es una gozada…. Lástima que el sello renuncie a distribuir en Latinoamérica …. Sus libros con suerte los puedes encontrar en México o Argentina , en el resto de países solo queda la importación directa desde Fnac, y si su distribución allá en España es hecha por Gilgamesh es renunciar a explorar los mercados al otro lado del charco.
    Una consulta: viendo el éxito de cierta serie televisiva basados en los libros editados por vuestra editorial amiga …no era más factible unir catálogos y explorar nuestros mercados.?????

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