La cuarta entrega de Las Monarquías de Dios recupera a los personajes que en el segundo volumen, Los reyes heréticos, habían quedado varados en espantosas cincunstancias en el sombrío Continente Occidental: Hawkwood el navegante, el despótico Murad y el mago Bardolin. Además, continúa la narración del imparable ascenso de Corfe al frente de los ejércitos enfrentados a los merduk. Como ya saben los lectores que se han atrevido con ella, es improbable que encuentren fácilmente otra serie de fantasía más compacta, más realista y que dé más emociones en menos páginas.
Alberto Cairo es una autoridad mundial en el campo de la infografía, y en este libro ha volcado el resultado de su experiencia y sus indagaciones para ofrecer un panorama del tema que se extiende por ramificaciones sorprendentes que no dejarán de interesar al lector curioso; por ejemplo, traza una breve historia de la cartografía, y explora el estado de los conocimientos sobre la percepción humana. Para el lector interesado en la infografía, y especialmente para los profesionales que se dedican a ella, este libro es una fuente inagotable de sugerencias y reflexiones que además contiene un importante mensaje subyacente: para llegar a ser bueno en cualquier actividad, conviene tener una curiosidad insaciable por el puro conocimiento, sin importar lo alejado que pueda parecer estar del objeto concreto del estudio.
Y esto es todo. Cuando los lectores tengan en sus manos el quinto y último volumen de Las Monarquías de Dios, habrá llegado a su término un viaje que comenzó no hace tanto (el primer volumen, El viaje de Hawkwood, apareció hace sólo un año y medio), pero que ha estado lleno de peripecias memorables. Tanto para los protagonistas de esta serie, que encuentran en este volumen sus destinos (advierto que muy en consonancia con la dureza con la que Kearney ha ido contruyendo su mundo; y el que avisa...), como para este editor, los suscriptores y los demás lectores. A partir de aquí, la pequeña historia del fantástico en España dirá si Las Monarquías de Dios queda como la gran serie que es, o pasa desapercibida como tantos otros libros excelentes; pero lo que ya no puede dudarse es que la iniciativa de suscripción que se organizó en torno a ella debería marcar un hito en la edición de fantasía en nuestro país.
En mi opinión, hay tres novelas clave para identificar la mejor ciencia-ficción de la pasada década, y quien las desconozca y pretenda hablar de lo más puntero y reciente del género, y no digamos ya establecer jerarquías, está cometiendo una gran injusticia producto de la ignorancia. Esas tres novelas son La edad de oro de John C. Wright, Visión ciega de Peter Watts y Accelerando de Charles Stross. Las tres tienen mucho en común: una exploración a todo trapo del posthumanismo, una imaginación desbordante, y una seriedad de fondo que no obsta para que sus autores se permitan momentos hilarantes. De las tres, Accelerando es posiblemente la más divertida, y desde luego la más optimista (aunque en ella el sistema solar quede... digamos que un poco perjudicado, y hasta aquí puedo leer). También es la más densa: en origen, cada capítulo fue un cuento publicado en Asimov's, lo que asegura que ésta no es una de esas novelas con comienzo interesante, parte media para pasar el rato y final esforzadamente pirotécnico: aquí Stross echa el resto (no en vano tardó en escribir Accelerando cuatro o cinco años: unas diez veces más que cualquier otra de sus novelas) y presenta un espectacular panorama hiperdetallado del futuro acelerado al que cualquier lector puede acceder (¡y sólo por el precio de un libro!). Realmente, es para no perdérselo.
Cuenta conmigo, Arty, para ese Accelerando ...
ResponderEliminarvictorderqui.