lunes, 24 de octubre de 2011

Crédito de los traductores en cubierta

Como quizá algún lector habrá notado ya, en la última novedad que hemos publicado en nuestro sello Bibliópolis, Rito de paso de Alexei Panshin, aparece en la cubierta posterior una línea que acredita que la traducción corre a cargo de Carlos Gardini, uno de nuestros traductores habituales. Y pronto veréis el primer título de Alamut que incluye igualmente este crédito en cubierta, y que será El segundo imperio de Paul Kearney, traducido por Núria Gres. A partir de ahora, todos nuestros libros traducidos llevarán esta mención destacada.

Con este crédito explícito que por primera vez colocamos en cubierta (los traductores ya estaban mencionados en tres lugares distintos del interior de nuestros libros; y en Malabares y Marelle sí que aparecían en la cubierta -y delantera-, pero eso obedece a razones que explico más abajo) queremos dar cuenta de un hecho evidente pero en el que no todos los lectores reparan: que el texto que leen cuando se trata de una traducción está escrito, en realidad, por un traductor. Que al sacrosanto autor, objeto de tanto entusiasmo y hasta veneración, se le lee absolutamente filtrado e interpretado por un humilde y a menudo casi anónimo traductor. Ahí es nada.

No hace falta remontarse mucho en el tiempo para encontrar ejemplos de cómo una mala traducción arruina una novela (y no hace falta porque, de hecho, las malas prácticas siguen existiendo); de la misma forma, en Bibliópolis y Alamut tenemos varios ejemplos, alguno muy sonado, de cómo una traducción meritoria propulsa a un libro más allá de nuestras expectativas. El trabajo del traductor, por tanto, es esencial para una edición de calidad (aunque para lucir bien debe estar respaldado por una revisión razonablemente eficaz, por supuesto). Yo siempre lo he creído así, y desde hace mucho tiempo estaba buscando cómo reconocerlo.

¿Qué ha hecho que tardase tanto en hacerlo? Francamente, la sensación de que el mercado de fantasía y ciencia-ficción no lo demandaba (y quizá tampoco el de novela histórica). Está, por un lado, el hecho cierto de que la mayor parte de los lectores de género nos hemos formado leyendo textos a menudo muy mal traducidos; esa educación lectora, forjada no gracias sino a pesar del traductor de turno, encallece a cualquiera, y fomenta una lectura en diagonal muy poco propicia para apreciar la buena escritura. Por otro, no soy consciente de que haya habido intentos por parte de las editoriales de género de destacar la labor del traductor en cubierta; no digo que no hayan existido, pero desde luego no han cuajado como práctica habitual del sector. Al contrario que en los libros sin etiqueta, que se dirigen a un lector general, donde el estándar cada vez más extendido está siendo acreditar al traductor muy visiblemente (y de ahí que en Malabares y Marelle también lo hiciéramos sin dudarlo). Entre unas y otras razones, a la hora de hacer justicia a esta vieja reivindicación con la que estoy tan de acuerdo, me ha sucedido durante mucho tiempo que he mirado a mis lectores, luego he mirado a mis colegas y competidores... y he decidido que la cosa no corría tanta prisa después de todo.

Me alegra mucho, por tanto, haber dado el paso por fin. Y me encantaría pensar que con este gesto contribuiré a que algunos lectores más se percaten de la importancia del traductor, y de la necesidad de exigir a los editores un cuidado especial en el encargo, revisión y publicación de las traducciones. En definitiva, se trata de normalizar la relación del lector con los traductores, y hasta de sentimentalizarla como ya sucede con los autores: en mis más locos sueños, me atrevo a imaginar que el nombre ya familiar de un determinado traductor puede ser hasta un argumento que incite a la compra. Después de todo, sean o no conscientes de ello los lectores, se trata de un dato absolutamente definitorio de la calidad del libro.

10 comentarios:

  1. Era una "injusticia" demasiado presente en el mundo editorial y celebro, como traductor, que Alamut haya dado un paso tan claro en la dignificación de este ausente, si bien esencial, profesional. Quizá por deformación de oficio, cuando hojeo un libro suelo mirar primero quién lo ha traducido, porque con el tiempo vas filtrando los profesionales que te gustan más, como para mí es el caso de Carlos Gardini, Manuel de los Reyes, Manuel Mata o Cristina Macía, por poner unos ejemplos.

    Enhorabuena y gracias en la parte que me toca (aunque dudo que pueda beber de esas mieles).

    Un abrazo.

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  2. Joder, qué bien... ¡Bravo por ti, Luis G. Prado!
    Jesús Zulaika, traductor literario

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  3. Una pregunta, si se me permite .... es que la ansiedad por conocer el destino de los personajes y los misterios que todavía los rodea, estando tan cerca del final ... me puede.
    Según la página web la publicación de los dos últimos libros de "Las Monarquías de Dios" se hará el 02 y el 15 de noviembre. Al ser fechas tan cercanas me preguntaba si el envío a los suscriptores se hará pronto y se incluirán los dos libros.

    Muchas gracias por su atención y sobre todo por la oportunidad que me ha ofrecido al leer una gran historia cuyo tercer volumen me ha dejado sin suficientes palabras de agradecimiento. Espero que el final sea memorable.

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  4. De acuerdo con todo lo que dices! Te felicito calurosamente por esta iniciativa.

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  5. Con el ejemplar de "Rito de Paso" en la mano, me acabo de dar cuenta de ese detalle.

    Ciertamente, el peso del traductor es tanto igual de importante que el del autor, que se diferencia en que el autor ha construido la novela.

    Totalmente cierto el hecho de que una mala traducción da al traste con la experiencia lectora de una novela, no hay nada peor para una novela proveniente de otro idioma mal traducida, con términos mal puestos, o con graves fallos que dificulten la lectura.

    Buena decisión.

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  6. Otra magnífica iniciativa. Felicidades!!!
    Saludos,
    David A.

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  7. Me parece más que correcto, de franca honestidad, reflejar el trabajo de los traductores. Por decir un referente ya clásico, el Allan Poe que hemos leído todos los de mi generación, es el Poe traducido por Cortázar, en Alianza. Imaginaos que la única traducción disponible hubiera sido un crimen...
    En cualquier caso, Alamut/Bibliopolis siempre ha cuidado la traducción y escogido a los traductores con acierto. pero si se va más allá, y aparecen en portada. mejor que mejor.

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  8. Fantástica iniciativa, sin duda hay que reconocer el gran trabajo de los buenos traductores y esta me parece una buena manera de hacerlo.

    Ojalá todas las editoriales cuidaran este tema, aunque hay que reconocer que la cosa va mejorando.... poco a poco ;)

    Saludos!!!

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  9. Sin ir más lejos, yo mismo compré hace años un ejemplar de "Patria", de Robert Harris, por la única razón de que lo traducía Rafael Marín, así que fijaos si puede llegar a ser importante saber el nombre del traductor. :)

    Saludos.

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