¿Consideras que has tomado decisiones contrarias a esta cita: "El objetivo es que, al ver el logo de Bibliópolis o de Alamut, los lectores sepan que están en buenas manos"?
Tu pregunta tiene dos interpretaciones triviales que seguramente no serán la que pretendes, pero que prefiero despejar de antemano. Si quieres decir "¿Has tomado deliberadamente decisiones para perjudicar a la imagen de tu editorial?", la respuesta es: no, claro. Y si quieres decir "¿Has tomado decisiones que, contra tu intención, han perjudicado a la imagen de tu editorial?", la respuesta es: sí, claro.
Más interesante me parece la siguiente versión: "¿Qué parte de tus decisiones editoriales (tengan efectos positivos, negativos o neutros) corresponde a la intención de ofrecer una buena imagen, antes que a otros objetivos igualmente legítimos (como, por ejemplo, obtener una cierta rentabilidad)?". Y la respuesta sería: he tomado muchísimas, pero muchísimas decisiones (sobre lo que debe ser una editorial, cómo se deben editar los libros, cómo se debe tratar a los lectores) basadas en mi intención de que "al ver el logo de Bibliópolis o de Alamut, los lectores sepan que están en buenas manos", con exclusión de otras consideraciones sensatas (como no incurrir en más pérdidas, por ejemplo).
Como ejemplos contundentes, puedo aportar la publicación en los últimos años de los siguientes libros que, por diversas razones, era evidente en el momento de su edición que me causarían pérdidas (a veces, grandes pérdidas), pero que publiqué igualmente: Ocho honorables magos, de Barry Hughart, El corcel, de Carol Emshwiller, El espejo de bronce, de Delia Sherman, Los viajes de Joenes, de Robert Sheckley, Tríptico de Trinidad, de Carlos Gardini, Por la gracia de Dios, de Sharon Kay Penman...
En esos casos, contemplada con ecuanimidad la situación, era fácil decidir que la mejor opción desde un punto de vista financiero era no publicar el libro. Pero la mayoría de ellos estaban prometidos en diverso grado: eran continuaciones, o se habían anunciado. Y, al final, ese compromiso fue lo que más pesó a la hora de decidir publicarlos. (Y eso que en los últimos años me ufano de tomar decisiones más razonables financieramente, porque si nos remontamos en el tiempo, la lista se podría ampliar considerablemente.)
Así que tengo que creer que este criterio tiene algún sentido más allá de hacerme sentir bien conmigo mismo. Y elijo creer que ese sentido es transmitir confianza en mis sellos editoriales, pues publican aquello que algunos lectores esperan, aunque no sea rentable: cualquiera diría que esto es el colmo de la fiabilidad.
Por supuesto, puedo equivocarme: esa inversión (pérdidas a cambio de imagen) puede, sencillamente, no ser entendida, apreciada o considerada suficiente, o puede serlo sólo por un número pequeño de lectores. Pero, equivocada o no, es una decisión consciente.
Sugerencia: un ejemplar en edición digital a precio ultra-reducido al comprar un libro (físico) de B+A. Yo felizmente regalaría por unos pocos euros una copia electrónica de los libros que compro a algún amigo con el que sé que comparto gustos. Igual así se minimizaría alguna pérdida...
ResponderEliminarSaludos,
david