miércoles, 28 de julio de 2010

Nueva novela de Peter Watts

Ultra VGA preguntó:

Hablando sobre Visión ciega y Peter Watts, ¿quieren decir esas ventas que es probable que veamos traducida la continuación de VC, State of Grace?

Bueno, claro, cuando el señor Watts la escriba y la publique; por lo visto parece que la cosa va por buen camino.

Efectivamente, Peter Watts está trabajando en una sidequel (horroroso neologismo que significa que lo que cuenta no sucede ni antes ni después de la obra original, sino en paralelo) de Visión ciega titulada State of Grace, que narraría desde dentro lo que sólo puede calificarse como la versión escéptica de la Singularidad: ha hecho falta que llegase este canadiense misántropo para plantear que el sagrado momento del salto asintótico de la capacidad de procesamiento festejado por los autores de cf puede parecerse mucho, para los que se quedan fuera, a un genocidio... Y hasta aquí puedo decir sin reventar el final de Visión ciega. (Si todavía no has leído esta novela, oh lector, no te voy a conminar a que corras a la librería más próxima a por ella, porque es casi imposible que la encuentres ya: está agotada.)

Esto quiere decir que en cuanto esté listo el texto de State of Grace, seré el primero en querer leerlo. En cuanto a publicarla en castellano, es otra cuestión. Las ventas relativamente buenas (ojo, que la tirada fue corta: en este caso, las buenas ventas no equivalen a beneficios) de nuestra edición de Visión ciega obedecen, me temo, a la estrategia de empaquetado que seguí al publicarla: como a estas alturas ya no creo que sea posible vender bien ciencia-ficción realmente puntera, rebajé deliberadamente el calibre de la presentación de Visión ciega, y en lugar de ofrecer una demoladora exploración de la relación entre inteligencia y autoconsciencia con horrorosas implicaciones sobre lo que significa ser humano, vendí un nuevo Alien (nótese la cubierta). Como se ve, no me avergüenzo de ello (aunque comprendo algunas reacciones airadas de quienes esperaban encontrar una narración más clásica, más previsible y más aburrida: lamento que la novela resultase ser mejor de lo que imaginabais), sobre todo porque no hace falta mentir para presentar de esta forma Visión ciega: como puede atestiguar cualquiera que la haya leído, realmente contiene esos elementos de "en el espacio nadie puede oír tus gritos".

Pero, realizada con éxito esta maniobra... no puede repetirse. La siguiente novela de Peter Watts, si me atrevo a publicarla, me la voy a comer con patatas. Incluso si no contamos a los centenares de lectores que ya saben que este autor les sobrepasa, y que no querrán volver a experimentar la sensación de ser superados intelectualmente, muchas gracias, mi experiencia de publicación de otras continuaciones, incluso de novelas con ventas mucho mayores que Visión ciega, indica que es muy, muy probable que no se cubran los costes de la publicación de esa continuación. Ejemplo: El privilegio de la espada, de Ellen Kushner, ha vendido en torno a un 40% de lo que A punta de espada, de la misma autora.

Dicho lo cual, si me leo State of Grace y resulta ser tan estimulante, tan llena de ideas y tan provocadora como Visión ciega... no tendré más remedio que publicarla. Ante novelas extraordinarias, este impulso mío es, lo confieso, más fuerte que la prudencia.

miércoles, 21 de julio de 2010

Firmas de autor y ventas

Palomares preguntó:

Sapko [el autor también conocido como Andrzej Sapkowski] no estuvo el año pasado [en la Feria del Libro de Madrid], ¿no? Me pregunto cuál es el efecto que la presencia del autor provoca en las ventas.

Ante todo, aclaremos que Sapkowski SÍ que estuvo en 2009 en la Feria del Libro de Madrid. Y en 2008, aunque ese año todavía no teníamos caseta propia. Y en 2004, invitado por la representación en Madrid de la Comisión Europea, que trajo a la Feria a una pléyade de autores de los nuevos países miembros de la Unión. En suma, en 2010 fue la cuarta ocasión que Sapkowski estuvo en la Feria (y la novena en España, si no me fallan las cuentas: a las visitas ya dichas hay que añadir las de las HispaCones de 2002 en Barcelona y 2004 en Cádiz, y las Semanas Negras -en Gijón- de 2003, 2005 y 2007).

Así que tenemos experiencia acumulada para responder a tu pregunta, y la respuesta es: el efecto de la presencia del autor en las ventas es notable. No sólo porque Sapkowski sea un señor interesante al que como mínimo te paras a mirar un rato (y de ahí luego puede que hasta le leas, quién sabe), sino porque, respondiendo a tu duda específica, las firmas en la Feria del Libro producen ventas con total seguridad. Naturalmente, dependiendo de cuán conocido previamente sea el autor y cuánto interés despierte su nueva obra, estas ventas serán mayores o menores, pero lo cierto es que siempre se producirá alguna venta que no habría tenido lugar de no estar el autor.

Por ejemplo, en la primera (y a la postre única) firma de Sapkowski en nuestra caseta de la Feria el pasado viernes 11 de junio, comprobé que vendimos 50 ejemplares de sus títulos sólo durante la hora que duró la firma. Para tratarse de unos libros que en algún caso llevan publicados más de siete años, y que con frecuencia los lectores se traen de casa ya comprados, y de un autor que tenía programadas muchas más firmas el resto del fin de semana, es una cifra notable. Igualmente, aunque no dispongo de los datos concretos, puedo calcular que el número de lectores que se compraron sus libros el día anterior, jueves 10, durante la firma que organizamos en la librería barcelonesa Gigamesh, fue sorprendentemente alto.

En definitiva, la presencia del autor siempre produce un buen efecto sobre las ventas. Otra cosa es que ese efecto justifique el esfuerzo de traerlo. En el caso de Sapkowski sí que es así, pero claro, es nuestro autor más vendido.

lunes, 19 de julio de 2010

Sapkowski el políglota

Feérica15 preguntó:

Este hombre [Andrzej Sapkowski] es de Polonia, ¿no? ¿Habla español o inglés?

Efectivamente, Sapkowski es polaco de Polonia capital. Habla, que yo sepa, además de polaco, ruso, checo, inglés, alemán e italiano (y por si acaso yo no presumiría que no entiende el español). Eso entre las lenguas vivas. Como ya han descubierto los lectores de Narrenturm, también domina el latín y tiene nociones de, por lo menos, alemán medieval.

miércoles, 14 de julio de 2010

Aventuras navales de Dewey Lambdin

Lorena dijo:

Terminándome La cañonera del rey, me acabas de dejar en la estacada hasta septiembre, Luis.

Espero ser de los primeros en devorar La fragata Cockerel y los siguientes siete, que espero no se demoren demasiado, llevo enganchado a la serie desde Al servicio del rey.

Gracias por vuestro esfuerzo en las traducciones, ya que el lenguaje naval no es, desde luego, el más facil.

Gracias a ti por seguir la serie de aventuras navales de Alan Lewrie, por Dewey Lambdin. Como conté en esta entrada, nos vimos obligados a posponer la publicación de la sexta entrega de la serie, La fragata Cockerel, porque con el libro ya preparado y listo para entrar en imprenta me di cuenta de que se pondría a la venta en fechas muy malas para la distribución. En 2009 ya tuvimos la experiencia de que ningún libro publicado en junio tuvo una distribución ni siquiera medianita, sino que todos fueron directamente un desastre, causando en conjunto un agujero financiero que sólo se pudo salvar porque el resto del año fue excelente (el mejor desde que edito profesionalmente). Lo cierto es que en 2010 no hemos escapado completamente de esta suerte, ya que aunque evitamos editar ningún título después del 15 de mayo, hemos sufrido igualmente una distribución muy mediocre en mayo. Parecería que todo lo que sea publicar después del Día del Libro (23 de abril) es mala idea para las distribuidoras.

Pero volviendo al tema, te gustará saber que no te quedan siete títulos por leer de la serie, sino diez: Lambdin lleva ya quince entregas publicadas, y todavía le queda cuerda para rato. Como contaba en esta entrada, las novelas de Alan Lewrie tienen su propio sabor en el género de la aventura naval, y creo que los aficionados a esta temática lo saben apreciar. Con todo, las ventas de la serie en nuestra edición están siendo en sus últimas entregas justitas, justitas, apenas suficientes para cubrir costes, por lo que tampoco tenemos un incentivo para acelerar su publicación. Intentamos captar a más lectores publicando dos novelas al año en lugar de una en 2009, pero como era quizá previsible no ha funcionado: los seguidores de la serie, que por otra parte parecen muy fieles, siguen siendo un número limitado de lectores. Con mejores ventas, nos animaríamos a editar los siguientes títulos a un ritmo más rápido; pero así las cosas, lo más probable es que no sólo no podamos sacar más de un título al año, sino que debamos aumentar el precio. Siento dar malas noticias, pero como la alternativa es no editar estos libros, espero que coincidáis conmigo en que podrían ser peores.

Por último, me alegra que aprecies el trabajo puesto en las traducciones, que desde luego son como son gracias al trabajo de la traductora, Núria Gres. Mi intervención se ha limitado a asegurarme de que una misma persona traduce todos los títulos de la serie, algo que es obviamente aconsejable pero que parece cada vez más raro en el actual mundo editorial. Un aspecto a destacar de la traducción de Gres que resulta invisible al lector español es su labor desentrañando no el lenguaje técnico naval (que tiene su miga, pero en esencia es cuestión de glosario), sino los diálogos en jerga cuasifonética que Lambdin pone en boca de sus marineros: por Dios que en inglés son casi incomprensibles, y no dejo de maravillarme cada vez que compruebo que la traductora capta y traduce su sentido. Es verdad que se pierde algo de sabor al eliminar ese registro casi completamente, pero no sé si la alternativa sería mejor. La serie naval de Alan Lewrie es quizá el único ejemplo que manejo de libros escritos en inglés (y, por tanto, que puedo leer en su edición original antes que en castellano) que NO recomiendo que quien pueda los lea en su idioma de origen, por muy acostumbrado que esté a leer en inglés: sencillamente, en la traducción se entienden muchísimo mejor.

lunes, 12 de julio de 2010

Toda colección pasada fue mejor

Víctor Derqui dijo:

Estimado "Arti": desde mi humilde opinión de simple aficionado, tengo la convicción de que muchos de los títulos de vuestra primera época (la más "cienciaficcionera") merecen, sin ninguna duda, el mismo destino (callado, pero imparable) de La historia de tu vida. Sólo por nombrar algunos cuyo carácter de obras maestras me parece incuestionable: la (magnífica) trilogía de Viriconium (Tormenta de alas es uno de mis top ten de toda mi vida lectora), Luz, Los tejedores de cabellos, El año de nuestra guerra (que, si bien no considero una obra maestra, sí me parece un libro encantador...); muchos de los fragmentos que transcurren en la oscuridad de la Casa de Sangre que, casi, casi, protagoniza Dorada, etc., etc.

La verdad es que tenéis un catálogo lleno de obras que merecen la mejor de las acogidas. Ojalá que el tiempo navegue a vuestro favor y se produzcan muchos otros milagros.

Muchas gracias por tu extensa opinión sobre algunos de nuestros títulos. De verdad que da mucha satisfacción saber que esos libros, tanto los que se vendieron mucho como los que se vendieron poco, encontraron algunos lectores que los supieron apreciar en lo que me parece su justa medida. Fuera cual fuera su suerte comercial, el orgullo de editarlos no me lo quita nadie.

Creo que lo que se pudo notar en esa primera época de Bibliópolis Fantástica (digamos entre 2002 y 2006 o 2007) es que fueron los años en que estuve tanteando cuánto valor daba el mercado a mi criterio literario. Es decir, fue la época en que una mayoría de los títulos que publicaba respondían casi exclusivamente a mi propio interés como lector. Este planteamiento puede parecer ingenuo (¿dónde va un editor publicando sólo lo que le gusta?), pero en mi opinión lo ingenuo es descartarlo de antemano: ¿y si resulta que el mercado valora tu criterio literario? ¿No haría eso el trabajo editorial más fácil y agradable? Por tanto, era racional probar durante unos años y bien a fondo la efectividad comercial de mi criterio.

Pero también fue racional, al cabo de un tiempo suficiente (y cuatro o cinco años lo son), dar por concluido el experimento. Mis conclusiones fueron que, aunque efectivamente mi criterio puramente literario tenía cierta eficacia comercial, y efectivamente un gran número de lectores había quedado convencido de que Bibliópolis Fantástica era sinónimo de calidad y garantía de una buena experiencia lectora... las ventas no eran suficientemente altas para mantener indefinidamente la colección en esa línea. Ya me habría gustado que no fuera así, pero realmente los datos eran incontrovertibles: por cada libro que cubría gastos (incluso si lo hacía a largo plazo, como el caso de La historia de tu vida de Ted Chiang y otros títulos a los que me referí en esta entrada), había otros que no lo hacían, en ocasiones catastróficamente. Además, las ventas medias empeoraron considerablemente a partir de 2006 (luego he visto que fue un fenómeno generalizado), por lo que no había esperanzas de que la tendencia se corrigiera. Huelga decir que fueron las ventas continuadas de la Saga de Geralt de Rivia las que permitieron mantener la colección en esa vía relativamente experimental durante tanto tiempo, pero en definitiva esto significa que durante años hubo un trasvase constante de beneficios de Sapkowski para cubrir pérdidas de otros autores, lo que no podía hacerse indefinidamente. Por poner un par de ejemplos, títulos como los mencionados Dorada de Lucius Shepard y Tormenta de alas de M. John Harrison supusieron unas pérdidas de en torno a 3.000 euros cada uno; es decir, que pagué a 3.000 euros la pieza por el placer de editarlos.

El cambio de rumbo que tuvo lugar en 2008 no podía de ningún modo eliminar el riesgo de mi negocio (editar es un juego de azar, y el editor tiene algo de ludópata), pero sí que buscó (y consiguió) reducir el número de las ocasiones de probables pérdidas. Sigo editando, desde luego, basándome principalmente en mi criterio literario, pero he disminuido el riesgo de pérdidas catastróficas mediante diversos sistemas: sobre todo, reduciendo las tiradas iniciales (casi todos los libros de Bibliópolis Fantástica en 2009 y 2010 han tenido tiradas cortas), pero también diversificando los géneros que publico y afinando un poco más la presentación de los libros... y, desde luego, intentando orientar mis decisiones hacia lo comercial, aunque en definitiva esto no garantiza necesariamente las ventas: éste sigue siendo un negocio en el que, en el fondo, nadie sabe qué hace que un libro se venda.

A pesar de todo esto, creo que sigo siendo en lo esencial el mismo editor que empezó a publicar profesionalmente en 2002. A fin de cuentas, el giro de 2008 fue un cambio voluntario, sólo parcialmente obligado por las circunstancias: no se puede decir que me fuera tan mal que no tuviera más remedio que hacerlo. Fue, en suma, resultado de una reflexión sobre cómo quería continuar haciendo mi trabajo, y en ese sentido no me produjo ninguna frustración ni amargura (aunque mis primeros años de despreocupación editorial me producen cierta nostalgia). Así que, contra el viento de la desafección de una mayoría de mis lectores objetivos y la marea de una distribución errática, creo que he conseguido preservar el capital más importante de un pequeño editor: la ilusión. Eso es lo que hace que siga buscando libros sensacionales con el entusiasmo del primer día, y lo que garantiza que seguiréis encontrando motivo de asombro y maravilla en mis títulos.

miércoles, 7 de julio de 2010

Novelas de Robert Silverberg

Andoni preguntó:

¿Por qué no editar alguna de las maravillosas novelas de Robert Silverberg de los años 60 y 70, como Those Who Watch (1967) o The Second Trip (1972)?

Como lector, no las he leído y no puedo evaluar cuánto merecen la pena, aunque anoto tu recomendación. Como editor, me parece que debería encargarse la editorial que actualmente parece embarcada en la publicación continuada de obras de Silverberg en España, esto es, La Factoría de Ideas. Sé que muchos de los lectores de este blog compartirán mis prejuicios sobre la calidad formal de las traducciones de La Factoría ("prejuicios" porque hace muchos años que no leo ninguna)... pero también sé que muchos más lectores todavía pensarán que mejor eso que nada.

lunes, 5 de julio de 2010

Elizabeth Bear

Ricardo G. Yayo dijo:

Ahondando en lo dicho por Antonio, da la casualidad de que:

-El año que "El portal del alquimista" ganó el Hugo a mejor relato, "Tideline" ganó en la categoría de mejor relato corto.

-El año que "Exhalation" ganó el Hugo a mejor relato corto, "Shoggoths in Bloom" ganó el de mejor relato.

-Ambos relatos son de la misma persona: Elizabeth Bear.

No sé cómo estará el tema de derechos de E. Bear, pero un volumen a medias entre ambos a lo mejor no sería mala idea...

Me temo que he leído poco de Elizabeth Bear, y no me ha impresionado demasiado, así que te agradezco el toque de atención. Mis prejuicios me inducen a pensar que no es posible que sus cuentos estén a la altura de los de Ted Chiang, pero unos premios Hugo merecen por lo menos una lectura. La haré con mucho gusto, a ver qué tal, pero combinar los relatos de ambos en un solo volumen me resulta en principio poco atractivo. Gracias, en todo caso, por la sugerencia (¡que cumplía perfectamente mi petición de que fuera excéntrica!).

jueves, 1 de julio de 2010

Reseña de Relatos completos 1, de Isaac Asimov

Ha aparecido en Bem Online la siguiente reseña de Relatos completos 1 de Isaac Asimov:

Relatos completos 1

Para mí ha sido una experiencia interesante editar este primer volumen de Relatos completos: incluye el mismo material (con nueva traducción) que leí de niño en las llamadas Selección 1, 2 y 3 de Libro Amigo de Bruguera, probablemente lo primero que cayó en mis manos de Asimov tras la trilogía de Fundación. En aquel momento no tenía manera de saber que estaba leyendo cuentos primerizos del autor: tanto esa edición como las posteriores en España huyeron del título original (The Early Asimov, traducible como El primer Asimov, El Asimov inicial o, como hemos elegido nosotros, El joven Asimov) y sus implicaciones de obra inmadura para inventar títulos rimbombantes que no coincidían con el contenido. (Al menos Selección era honrado en su parquedad, pese a tratarse más bien de una selección inversa o por descarte, como se verá luego; pero sólo a un genio del mal -lo digo con admiración- podía ocurrírsele el título de La edad de oro con el que ha estado también a la venta en bolsillo). Así pues, leí estas colecciones de relatos sin prejuicios, las releí varias veces, las disfruté muchísimo cada vez y guardé muy buen recuerdo de ellas. Me encantaban los cuentos "La amenaza de Calisto", "Mestizos", "Navidades en Ganímedes" o "El cronogato", por ejemplo.

En la relectura que hice al revisar la nueva traducción de esta edición, me sorprendió lo bien que funcionaban relatos de los que guardaba un recuerdo muy difuso: la mayor sorpresa fue lo divertido que es "¡Autor! ¡Autor!", pero también me llamaron mucho la atención "El hombrecillo del metro", "Superneutrón" y "Ritos legales". Sobre todo, por fin le pillé el chiste a "Las propiedades endocrónicas de la tiotimolina resublimada": no consiste sólo en que describa con el tono árido de un ensayo científico las propiedades fantásticas de una sustancia, ¡es que esas propiedades fantásticas se usan para un fin de lo más prosaico!

Pero los relatos son sólo una parte de lo que hace interesante este volumen. Como hemos destacado en los textos de cubierta, el libro incluye amplias introducciones a los relatos, que prácticamente suman un ensayo de larga extensión, y que aportan el contexto en que se escribieron, la reacción de los editores que los publicaron y apasionantes atisbos del comienzo de la carrera literaria de Asimov. Éste era famoso por las introducciones de sus relatos (y los de otros, en las antologías que recopiló), pero las de estas colecciones concretas, posiblemente junto con las de las antologías de Los premios Hugo, siempre me han parecido particularmente interesantes por un motivo completamente extraliterario: tengo la sospecha de que fueron el vehículo principal (quizá con la autobiografía del propio Asimov) mediante el que se importó y se popularizó en España el concepto tradicional de fandom americano que, debidamente adaptado, me encontré cuando yo mismo empecé a tratar con otros aficionados activos a mediados de los noventa. Ojo, no quiero decir que el fandom español se organizase nunca exactamente como el estadounidense, sino sólo que encontré un juego de autoimágenes y expectativas que, andando el tiempo, me di cuenta de que no se correspondían a la experiencia española, sino a la americana... tan bien contada por Asimov. Por poner sólo un ejemplo, estaba la idea prácticamente incontestada de que los aficionados de hoy serían los profesionales de mañana, ¿y dónde está mejor expuesto ese concepto que en los recuerdos asimovianos de la experiencia de su grupo de amigos en los años cuarenta y cincuenta?

Por último, hay que decir que, pese a la mala fama que acumuló Asimov en su última década al ampliar sus series clásicas y aceptar novelizaciones y colaboraciones que suponían poco más que una explotación de su marca, mi impresión es que al menos hasta comienzos de los ochenta fue un escritor de una honradez ejemplar. La prueba: a lo largo de los años, fue recopilando sus relatos (publicados previamente en revistas) en colecciones que incluían lo que él consideraba su mejor producción hasta la fecha. Cuando a principios de los setenta sus editores le hicieron ver que tenía relatos no recopilados para llenar tres coleciones más, su reacción inicial (explicada por él mismo, pero confirmada por los hechos) fue decir que esos cuentos eran, en su mayoría, primerizos, y que si no los había recopilado antes era por una buena razón. No por última vez, sin embargo, cedió a los halagos de sus editores, que le convencieron de que incluso esos relatos descartados (de ahí la selección inversa a la que me refería antes) serían de interés para los lectores. Asimov cedió, pero con una condición: explicaría a los lectores las circunstancias en las que escribió y publicó los relatos, para que no se llamaran a engaño.

¿No es maravilloso? Por temor a frustrar a sus lectores, Asimov creó un artefacto mezcla de ficción y no ficción que no sólo fue muy bien recibido por sus fans (incluido, como he contado, el que suscribe), sino que aportó ideas sobre actividades que imitar y proyectos que fijarse a aficionados a muchos miles de kilómetros (y muchas décadas) de distancia.